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Guadalajara es mucho más que jarabe. Por años, fue el cliché para describir al extranjero aquello que bailan los tapatíos, desde su aparición en el Teatro Coliseo de la Ciudad de México, en 1870, y el boom que disfrutó durante la Revolución de 1910. Hoy, a más de cien años de distancia, ¿quién baila jarabe tapatío? Mejor sería observar la diversidad rumbera a la que están acostumbradas las noches de Guadalajara.

Opciones hay varias. Una ya murió: el desaparecido Salón Astoria (Prisciliano Sánchez 345, Centro), se convirtió en un bar after de fama desafortunada llamado Euro, clausurado hace unas semanas.
Otro ejemplo: casi a punto de cumplir sus bien bailados 70 años, La Mutualista (Madero 553, Centro) se ha distinguido por hacerle un hueco a la sonoridad de la salsa, infaltable todos los jueves y sábados. Aquí, lo importante no es cómo se baila, sino bailar, con o sin pareja, chela en mano. Acuden a este templo del sudor sonoro bailarines expertos, aquellos que casi siempre dan vueltas perfectas sobre su propio eje, al igual que los “troncos” por naturaleza quienes son vistos zapateando a destiempo.

En el mismo escalón de tradiciones está el Casino Veracruz (Calle Manzano 486, Colonia Moderna), cuna y casa promotora de la salsa en tierras tapatías. Este lugar también recibe gente de toda tribu: los mayores que bailan sin prisa, cortejando a su pareja, y los más chavos, alucinados por los timbales.
Otros aires para darle vuelo a la vuelta con la Tropicosa (Calle Independencia 134, San Juan de Dios), el salón del Sindicato de Trabajadores de la Música de Jalisco, que eventualmente se convierte en pista (Calle Venustiano Carranza 86), o las opciones al aire libre: las noches de danzón en la Plaza del Santuario y la pequeña plaza frente al Templo de El Carmen.

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